Nota de Su Excelencia Reverendísima el Arzobispo de Sevilla sobre los recientes comentarios de diversos sectores atacando a la Santa Madre Iglesia.

Yo, por la gracia de Dios Obispo de la Iglesia católica, me veo moralmente obligado y por mi ministerio conminado a realizar algunas aclaraciones sobre el tema:

Hermanos, vivimos en un país en el que sabemos mucho acerca de rencillas, de odios, de heridas que no terminan de cerrarse. Y hay que reconocer, que hay personas en este país que ven a la Iglesia como parte del problema y no de la solución. Hace ya algunos años, aunque aun no suficientes para olvidarlo, vivimos una guerra, terrible, cruel, entre hermanos, y se juraba sobre la Biblia o se escupía sobre ella. Hubo un sector que se adueñó de un símbolo, la Cruz, que es patrimonio de todos los habitantes de esta Tierra Bendita,que Dios creó para nosotros.

Decía san Isidoro de Sevilla, sobre España que era "honra y prez de todo el Orbe, la porción más ilustre del Globo". Pues bien hermanos, yo estoy seguro de que llevaba razón, pues esta santa tierra alberga a personas con los corazones repletos de amor y de perdón. La Iglesia no es el problema, la Iglesia es parte de la solución, solo imitando a Cristo se llega al perdón y a la paz, con uno mismo y con sus semejantes. En la hora de los ataques, rezad, rezad por aquellos que están lejos de Dios, por aquellos que no han recibido el don de la Fe, por aquellos que nos atacan. Poned siempre la otra mejilla, responded al odio con amor, dad de comer al hambriento, y de comer al sediento. Jesucristo dijo amaos los unos a los otros, amad a vuestros amigos, pero amad aun más a aquellos que os desean algun mal, pues ellos son los que necesitan más de vuestro amor.

Es el trabajo de Dios, y es un trabajo “hermoso”: reconciliar. Porque “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona “siempre”, hace “fiesta” cuando uno le pide perdón y “olvida” todo.
“El Dios que reconcilia”, eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la humanidad y el fundamento de este pacto es básicamente uno: el perdón. Un perdón que, como explicó el Santo Padre, tiene muchas características:
“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Cuando Pedro pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?”. “No siete veces: setenta veces siete”. Es decir siempre. Así perdona Dios: siempre. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.

Pidamos a Dios que nos de un corazón grande para amar y fuerte para luchar, y que nos conceda el don del perdón y de ponernos en el lugar de los demás para comprender mejor a nuestros semejantes.

«La gracia del Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu» (Flm 25). De corazón os imparto mi Bendición Apostólica.

✠Felipe Rodriguez Mendoza
Arzobispo de Sevilla