Opinión ABC: "Escuchando a Esperanza".

"Escuchando a Esperanza", por Esperanza Diez

Atte. Hector Moratilla (Director de ABC

El Gobierno de la Nación ha fracasado. El evidente desgaste que padece a escasos meses de las elecciones pone en evidencia una errática actuación política, orientada mucho más en los réditos inmediatos que en las preocupaciones reales de los españoles.

El terrorismo, el paro, las desigualdades... no han decrecido en los últimos tiempos, sino más bien al contrario. En este marco de fracaso generalizado de las políticas y propuestas gubernamentales debemos situar la moción que Nuevo Centro ha presentado contra la gestión del Ejecutivo.

Más allá de la conveniencia y oportunidad de esta propuesta, que tendrá que ser debatida y considerada en el Congreso, los españoles asisten atónitos a la más absoluta inactividad de quienes prometieron un cambio y unas mejoras que jamás llegaron.

En política, el precio de la inacción es la derrota. Por desgracia, en esta ocasión la cuenta la vamos a pagar todos.

El mayor logro de las democracias occidentales consiste en sustituir la venganza particular por la legítima violencia del Estado, ejercida en el marco de las leyes, por policías y jueces, siempre guiados por los derechos individuales reconocidos en la Constitución. Por ello, los terroristas tratan de aniquilar el Estado, para que sus crímenes queden impunes y sus tesis se impongan por encima de la voluntad de los ciudadanos.

Los últimos actos terroristas que hemos vivido inciden en la necesaria reforma de nuestro sistema legal. Sólo desde leyes más severas puede garantizarse la libertad y la vida de los ciudadanos, y la convivencia cívica de todos. Por ello creo llegado el momento de emprender una profunda remodelación de nuestro sistema punitivo sobre estos puntos fundamentales:

- Aumento de las penas máximas de 40 a 50 años para delitos de terrorismo y otros especialmente graves.
- Cumplimiento íntegro de condenas, blindando la posibilidad de amnistías para presos por delitos de sangre.
- Restricción de acceso a beneficios penitenciarios de terroristas.
- Disolución de todos los grupos vinculados al terrorismo, sean del tipo que sean (políticos, asociaciones, fundaciones...)

En definitiva, el Estado debe armarse frente a quienes pretenden aniquilarle, aplicando leyes que no den razones a los ciudadanos para sentirse desprotegidos y, en consecuencia, obren por su cuenta.

El triunfo de la democracia pasa por el exterminio de sus sedicentes enemigos. Una tarea en la que debemos afanarnos todos los defensores de la legalidad y la Constitución.

España es una gran nación, no sólo por su extensión sino por la Historia que nos hermana desde hace siglos, y que terroristas y nacionalistas no dejan de atacar como recordatorio permanente de su odio a la Verdad y a la Libertad. Sin embargo, en este magno país en que vivimos, zonas extensas de nuestra geografía pasan a menudo desapercibidas.

Las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla, Extremadura, La Rioja... Tierras de nobles y buenos españoles que sienten frustradas sus legítimas expectativas ante la evidente inacción de un Gobierno que ha acabado desatendiendo sus funciones más básicas, y ha optado ya, de forma directa, por su desaparición.

Creo en la igualdad de todos los españoles, independientemente del lugar donde hayan nacido o elegido vivir. Por ello lucharé desde donde me encuentre por conseguir que los ciudadanos de todos los rincones de España tengan los mismos derechos, las mismas obligaciones y las mismas oportunidades que el resto. Porque seguir fomentando las desigualdades es la forma más segura y rápida de llevar a estas regiones dignas y orgullosas a un inmerecido y peligroso ostracismo.

La diputada Soler, y el grupo al que representa en el Congreso de los Diputados, se siente frustrado ante la inacción del Gobierno frente a sus compromisos de ruptura de la legalidad constitucional y de la España legal y democrática que conocemos.

Se extraña y se duele de la supuesta traición. No parece experimentar el mismo rechazo ante sus propias deslealtadas con el sistema que le da su escaño, su poder y su capacidad de incidir en la vida de todos los españoles. ¿Acaso hay mayor felonía que la de tratar de subvertir el sistema desde sus mismas entrañas? ¿Ha olvidado la señora Soler que representa a todos los españoles, y no sólo a los nacidos en Cataluña?

Por desgracia, son muchos los mediocres que persisten en la voluntad de aniquilar el régimen de libertades, derechos y obligaciones que nos dimos hace más de tres décadas. Lo lamentable, lo triste, lo preocupante, es que los enemigos de España y de su Libertad cuenten con el apoyo indisimulado del Gobierno de la Nación. El que juró defendernos. El que es garante de la Ley. El que ha desaparecido en medio del caos que él mismo ha generado.

La democracia española, aparentemente consolidada, sigue a día de hoy amenazada por los terroristas y sus acólitos, que no escatiman medios ni ahorran fuerzas para seguir arremetiendo contra el régimen de civismo, pluralidad y respeto que nos dimos con una Constitución moderna y dinámica, pegada a los tiempos y a la realidad social y política de España.

Es un dislate que el Estado combata con una mano a los terroristas y permita con la otra su presencia en los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Desde sus asientos, los concejales y diputados cómplices con los asesinos alientan, justifican y legitiman sobre la base de una argumentación falsaria que pone en pie de igualdad a criminales y demócratas, los crímenes que aquéllos cometen contra toda la sociedad. Yo misma he sido recientemente objeto de una clara amenaza por parte de un miembro de uno de esos grupos satélite del crimen, que me instó a "mirar antes de salir de casa".

Es un necesidad imperiosa que los sujetos que brindan cobertura moral, y en muchos casos material, a los asesinos, desaparezcan de la faz del sistema sin el menor titubeo de tribunales y legisladores. Ningún Estado digno acoge en su seno a los hijos de la serpiente, les nutre y les protege, para que acaben golpeándolo desde sus entrañas.

Insto al Congreso de los Diputados y al Gobierno que surja de las próximas elecciones generales a impedir, con todos los medios legales a su alcance, que los asesinos y sus aliados sigan expresándose libremente en foros democráticos como Parlamentos y Ayuntamientos. Es una exigencia democrática. Es un deber con las víctimas. Es un compromiso con nuestras conciencias.

El Partido Popular ha ganado las últimas elecciones autonómicas con un margen que permite mirar con optimismo las próximas generales. Sin duda, el esfuerzo de los candidatos y sus grupos por conseguir apoyos ha calado hondo en una ciudadanía harta de ausentes, de vagos y de calientasillas.

La ruptura de pactos con los partidos parasitarios ha sido un gran acierto de la dirección del Partido Popular. La intolerable falta de cooperación y lealtad por parte de algunos debe tener consecuencias. Desde el Partido vemos con buenos ojos la línea moderada, inteligente y siempre cosntructiva de nCe. Estamos seguros de poder llegar a grandes acuerdos con ellos que faciliten la gobernabilidad, estabilidad y desarrollo de las regiones en las que nos hallamos fuertemente implantados. No obstante, el Partido Popular no puede ni debe ceder responsabilidades encomendadas por los ciudadanos a través de su voto de confianza. Porque ello podría ser entendido como una traición para quienes han dado con su sufragio un mandato muy claro al Partido Popular: gobernar desde la honestidad, la entrega y la rigurosidad.

En una Nación a menudo cainita y fratricida, uno de los mayores éxitos colectivos que hemos alcanzado es el consenso que durante la transición permitió dotarnos de una Constitución moderna y eficaz, capaz de consagrar una democracia perdurable. De ahí que terroristas, nacionalistas y liberticidas en general hayan tratado de aniquilarla desde los más inefables actos de traición y crimen.

En muchos casos han justificado tales acciones en la represión pasada. Franco constituía para ellos una tabla salvavidas que daba sentido, o al menos eso creían, a todas sus atrocidades. Por ello, mi primera decisión desde el Gobierno de Melilla ha sido eliminar una estatua del Caudillo que permanecía en la entrada de la Ciudad. Tal determinación responde más a una voluntad de dejar sin coartada a los sedicentes que de ajustar cuentas a toro pasado con quien fue jefe del Estado durante casi 40 años.

La Historia no puede ser proscrita. Por eso la efigie del dictador será llevada al Museo del Patrimonio Histórico de Melilla. En su lugar será colocada una bandera nacional de gran tamaño, visible desde todos los puntos de la Ciudad, que será un recordatorio permanente a los enemigos de dentro y de fuera sobre nuestra pretensión de seguir siendo españoles y libres.

Soprende ver que el Gobierno, ante las cambiantes necesidades de la sociedad, ha optado por la invisibilidad. ¿Dónde está el Presidente? ¿Qué hacen sus Ministros? El colapso del PSOE en general y del Ejecutivo en particular hace más necesario que nunca un cambio en España.

El Partido Popular, desde sus crecientes responsabilidades autonómicas, ha adoptado una postura dinámica, activa y reformista, cambiando todo lo que debe cambiarse, mejorando todo lo que es susceptible de mejora. Mi humilde acción en Melilla trata de ser ejemplo de cómo deben hacerse las cosas: desde la convicción, los valores y el trabajo infatigable.

El PSOE no merece la confianza que los ciudadanos han depositado en él. Un partido catatónico, un Gobierno inactivo, un Parlamento sin iniciativa, sin ideas, agotado. Cuando llegue el momento de las urnas, los ciudadanos debemos elegir entre el modelo del caos y la inercia o la garantía de la gestión eficaz y transparente.

Sin duda, España merece algo mejor.

Dicen que es bueno que hablen de uno, aunque sea mal. Sin duda, debo estar de suerte, pues me he convertido en objeto de la ira del Partido Comunista. Aunque despojados de gulags, checas y cámaras de tortura, los seguidores de Stalin siguen comportándose como matones de barrio, mintiendo, difamando, manipulando. Todo ello para tratar de ocultar una carencia de ideas que resulta alarmante en la supuesta "izquierda ilustrada" de España.

El Gobierno que presido es uno de los más activos de cuantos hay en España. Con cuatro leyes y dos planes propuestos y aprobados el poco tiempo que llevamos en el Ejecutivo, hemos levantado las iras totalitarias de quienes saben que, a falta de votos, buenas son falacias. Los comunistas se han negado a aprobar el presupuesto con mayor gasto social de la historia de la Ciudad, con una inversión entre educación, sanidad y familia que ronda un tercio del presupuesto regional. Se han negado a apoyar una universidad propia para Melilla. Han cuestionado la congelación de salarios propuesta por mi Gobierno y han ignorado la ley de protección ambiental que se ha presentado ante la Asamblea.

Los comunistas están en contra, como se ve, de la seguridad, la sanidad, la educación, la universidad y la protección del medio ambiente. Ya no engañan sus eslóganes de artificio. Los hechos son mucho más contundentes que las palabras, y en Melilla, el comunismo ha mostrado su verdadero interés por los problemas sociales.

Sus insultos, gritos y algaradas son un estímulo para mi Gobierno. No quisiera contar con el halago de quienes, a día de hoy, no han condenado los cien millones de muertos causados por el comunismo. No, no lo quiero.

Ladran, amigos; luego, cabalgamos.

El Partido Popular es el claro e incontestable ganador de las elecciones generales. Sin duda, la inacción, pasotismo y sectarismo del Gobierno izquierdista no son los únicos factores que han determinado este éxito. El trabajo denodado, el esfuerzo cotidiano y las aportaciones constantes e innovadores de nuestro Partido han sido la clave de un triunfo que lo es de la democracia.

Animo a todos los grupos a cooperar con el Gobierno que han elegido los ciudadanos para lograr que España sea una Nación mejor, de ciudadanos mejor formados, más iguales y más libres que nunca. Es el momento de mirar al futuro sin temor, sin criterios tendenciosos, para que de la colaboración y el entendimiento surja el mejor Gobierno de la Democracia.

Deseo dirigir unas palabras a los fieles lectores de esta sección, con la que colaboro desde hace ya tiempo. Lo hago desde el más profundo agradecimiento a todos los que en las últimas horas me han hecho llegar su solidaridad, particulares y partidos.

La democracia está amenazada de muerte. El crimen terrorista busca aniquilarla asentando golpes certeros contra sus representantes. Pero tras años de terror, de coacciones y de entierros, el sistema de libertades que nos dimos en 1978 no ha decaído. Muy al contrario, revive lleno de vitalidad, y se encona frente a quienes tratan permanentemente de derribarlo con bombas y tiros.

Desde el inicio de mi actividad me he distinguido por la firmeza de mis convicciones y la claridad de mis argumentos. Nadie podrá acusarme de ambigüedad, de incoherencia o de chaqueterismo. Puedo haberme equivocado, y he tratado de rectificar. Mis adversarios políticos han sido implacables, incluso en el ataque personal. Pero la bajeza del crimen ha evidenciado que frente al horror, todos somos uno.

Mi supervivencia ha tenido un coste elevadísimo. La muerte de Raúl González y Esteban Laguna debe permanecer como ejemplo de heroísmo y coraje, siendo éste el mejor tributo a ellos mismos y sus familias, a las que jamás podré expresar todo el dolor y afecto que siento.

Mi determinación en la lucha contra el liberticidio se ha visto súbitamente empujada por los asesinos. Su vil acción me ha reafirmado en los principios. El cariño y solidaridad de los partidos me ha sensibilizado, y creo que es el momento de revisar los errores y mirar al futuro con el horizonte del acuerdo y la cooperación.

Nos pueden golpear, nos pueden intimidar, nos pueden arruinar la vida, y lo van a intentar. Los asesinos seguirán matando a los inocentes para imponer su misérrimo reinado. Seguirán amenazando a quienes quieran vivir en libertad. Pero que nadie lo dude. Ni en las horas más oscuras, ni en los momentos más aciagos. La Victoria será nuestra.

El terrorismo musulmán ha vuelto a golpear con saña y furia a las naciones occidentales, asesinando a decenas de inocentes en España, Francia y Gran Bretaña, y atacando directamente la dignidad y el orgullo de los Estados Unidos.

Ahora, más que nunca, ambos lados del Atlántico deben unirse. Hoy, para llorar y rezar a los fallecidos. Mañana, para responder con la mayor de las contundencias a quienes tratan de aniquilar nuestra convivencia y nuestra libertad.

Este ataque no ha sido contra los Estados Unidos, ni siquiera contra los ciudadanos y países atacados. Ha sido contra un modelo de sociedad que algunos no toleran por ir en contra de unos preceptos alocados y extemporáneos. La movilización debe ser general, y todos debemos tener presente que en esta guerra contra el terrorismo no se cuestiona una posición ideológica, ni social, ni tan siquiera religiosa, sino que se debate la continuidad de un régimen de derechos y libertades frente a la imposición de una visión derrotada y pretérita del mundo.

No vencerán. Pero el camino de nuestra Victoria puede ser largo y penoso. Miles de inocentes morirán, millones sufrirán. No obstante, la única alternativa que podemos manejar es la de su aplastamiento bajo la fuerza inexorable de la Democracia.

El asesinato de dos pescadores españoles a manos de la armada de la dictadura marroquí ha conmocionado profundamente a todos los españoles, y muy especialmente a los que padecemos la permanente amenaza expansionista del tirano alahuí.

Mi Gobierno ha actuado con la mayor contundencia desde todos los planos. Se ha movilizado a la Policía Autonómica, se han instado medidas urgentes al Gobierno, muchas de las cuales ya se han puesto en marcha, se ha invitado al cónsul marroquí a abandonar la Ciudad de Melilla... Una ofensiva en todos los frentes para tratar de que este crimen no quede impune, para que Marruecos pague como debe este ignominioso acto de guerra.

Mientras siga siendo Presidenta de Melilla mi máxima preocupación será garantizar la seguridad de todos los ciudadanos de la región. Así lo haré, con todas sus consencuencias, en este caso.