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Timoteo Valcárcel
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Vie 24 Jun 2011 - 22:31
Boletín pastoral Conferencia

BOLETÍN PASTORAL

Publicación trimestral, editada por la Conferencia episcopal española, que reúne todas las cartas pastorales dictadas por los obispos diocesanos de España, para beneficio de investigadores y aficcionados.

Todos los derechos reservados
ISBN:84-1545-51-03
Depósito legal: MU-1504
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Vie 24 Jun 2011 - 22:33
Carta pastoral de los obispos de la provinicia eclesiástica tarraconense


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo:

I.- Hermanos, estos días el Colegio de abogados de Madrid ha debatido asuntos muy graves, que sin duda alguna inquietan vuestra conciencia como hombres. Pues pudiera parecer que sólo a Dios nuestro Señor corresponde penar al hombre, y no a su prójimo. Sin embargo, es doctrina de la Iglesia, desde la enseñanza del clarísimo doctor de la Iglesia Santo Tomás de Aquino, que Dios ha instituido los poderes temporales para que protejan a la sociedad en su conjunto de cualquiera que ose atacarla. Por tanto, no debéis temer que las penas que imponen las autoridades civiles sean injustas u ofendan a Dios, pues no es así.

II.-La corporación de los abogados de Madrid acordó pedir la abolición de la pena de muerte hoy vigente en nuestro país. Dios dijo a Moisés: "No matarás". Ésta es la ley para todo cristiano. Pues sólo el Dios es señor de vida y muerte. Sin embargo, esto no significa que el hombre no deba causar la muerte en ningún caso. Dios permite, en primer lugar, la legítima defensa ante el peligro de muerte: pues todo hombre está llamado a proteger la vida que le ha sido dada. También permite Dios a los agentes del poder temporal abatir a aquél que inminentemente pueda causar graves daños. Así, no ofende al Señor el soldado que abate otro soldado ni el policía que abate al que sin duda alguna va a matar a otro hombre. Esto es claro y no se le escapa a nadie.

III.- Pero la razón nos dice que la pena de muerte es cosa distinta: no se trata aquí de evitar un mal inminente, sino más bien de castigar uno pasado y reprimir un posible mal futuro. La doctrina de los Padres de la Iglesia fue que si Cristo nos llamó al perdón y a la caridad humana, no podemos en verdad administrar la muerte a un hombre sin ofender al quinto mandamiento. Santo Tomás nos enseñó que, cuando los designios dañinos de un hombre no pueden frenarse sino con la muerte, entonces es conforme a la ley natural administrársela: porque el buen pastor no sólo se interna en la noche para recoger a la oveja descarriada, sino que también sacrifica a la oveja rabiosa en bien del rebaño. Pero estas circunstancias, comunes en los tiempos de Santo Tomás, raramente se dan en la vida moderna, en la que se dispone de tantos medios para apartar a la oveja rabiosa e incluso sanarla.

IV.- Tan claro es el mandamiento del amor que Jesús nos dio, que ningún hombre puede incitar al odio sin ofender a Dios. Es por ello que en estos tiempos tan turbulentos, en que las pasiones y los recuerdos bullen por doquier, es conveniente hacer uso de la caridad y de la gracia redimiendo de sus penas a aquellos hombres que, habiendo delinquido conforme a la ley civil, no se sanan a través de la pena. Llamamos, pues, hermanos, a la gracia de indulto y de amnistía en los casos en que convenga. Así lo han debatido los abogados de Madrid, que sin duda conocen las circunstancias que rodean a los delincuentes condenados.

V.- Ahora bien, está establecido por la Iglesia desde tiempo inmemorial que la ley justa no es ley y no obliga. Es por ello que el poder temporal debe acomodarse a los mandatos de la ley divina. Dios instituyó el sacramento del matrimonio como vínculo indisoluble entre un hombre y una mujer con el fin de crear una familia por medio del amor cristiano y la procreación. La ley civil que se aparta de esto se aparta sin duda del mandato divino e induce al pecado y a la corrupción. Nuestro Señor concibió la cópula como medio de procreación marital y nada más. Las Sagradas Escrituras son claras en cuanto a esto. Es por ello que no se debe permitir el pecado nefando, el adulterio, el divorcio ni el estupro. Pecan sin duda quienes fornican contra natura, quienes copulan fuera del matrimonio, quienes atentan contra la indisolubilidad del matrimonio consumado y quienes engañan a quien tiene menor entendimiento y experiencia para que acceda a la fornicación. Y es por ello que el poder temporal no debe ni puede autorizar estas conductas.

VI.-Al respecto, hermanos es conveniente recordar que el matrimonio consumado no lo puede disolver ninguna potencia humana. Por ello, el divorcio que quiera otorgar la autoridad civil no tien eficacia a los ojos de Dios y de la Iglesia y no es excusa para el incumplimiento de las obligaciones maritales. ¿Cómo va a permitir Cristo o su esposa mística, la Iglesia, la conducta de quien perjudica la unidad y buen llevanza de la familia? En los casos más graves, autoriza la Iglesia la separación de lecho y techo, pero no la disolución del vínculo matrimonial: pues permanecen obligaciones entre los cónyuges y de estos con la prole común. Por consiguiente, no se debe autorizar la formación de una nueva familia sin perjudicar los intereses de la preexistente.

VII.- No debemos olvidarnos, hermanos, de que Cristo llamó a los más jóvenes a tomar parte principal en la Mesa del Señor. Siguiendo el mismo impulso, algunos han llamado a la rebaja de la mayoría de edad civil y electoral. No corresponde a la autoridad de la Iglesia determinar lo segundo; dicho lo cual os aconsejamos que reflexionéis sobre el mandato evangélico: "Dejad que los niños se acerquen a mí". Pero en cuanto a lo primero, hemos de advertir que los hijos han de amar, obedecer y honrar a sus padres; y el poder temporal ha de dar cumplida autoridad a este precepto. En la mayoría de edad civil, los jóvenes alcanzan la plena disposición de su persona y su patrimonio, que antes dependía de sus padres. Adelantando la desvinculación de los hijos de la legítima subordinación a sus padres a una época confusa como los dieciocho años corremos el riesgo de apartar a algunos de estos jóvenes de sus padres, en perjuicio suyo y de la sociedad. Es por ello que no aconsejamos esta reforma.

VIII.- Hemos rezado, hermanos, para que el Espíritu Santo descienda sobre su Iglesia aportando clarividencia sobre estas cuestiones. Hacedlo también vosotros.

Nos, arzobispo de Tarragona.
Nos, obispo de Gerona; obispo de Lérida, obispo de Vich; obispo de Tortosa; obispo de Urgel; y obispo de Solsona.


Trasládese a las parroquias para su publicación y lectura durante la homilía dominical.
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Vie 24 Jun 2011 - 22:35
Carta pastoral conjunta de algunos obispos españoles sobre las elecciones venideras


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- Jesús nos dijo: "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". Con esto nos dijo el Hijo del Hombre que bien está que el poder temporal nos pida y nos ofrezca cosas, que ello no supone un obstáculo a nuestra condición de fieles. Dios mismo instituye los poderes temporales y les deja libertad para regir a los hombres en aquello que es de este mundo.


II.- Pero Dios no los libera de su Ley, de la ley divina. Muy al contrario, Dios exige de todos los hombres que se atengan a su plan de vida en todas las facetas de su vida. Los hombres que ejercen el poder temporal pecan gravemente si se apartan de Dios, y el Pade los vigila con especial intensidad. Como contrapartida, siempre que reclaman su ayuda, el Espíritu Santo desciende sobre ellos para iluminarlos y guiarlos por el camino recto.

III.- Hermanos, estos son días turbulentos. Las cosas temporales están camiando mucho y es plausible que cambien más aún. Pero ello no debe atemorizarnos ni aquietarnos. Como fieles cristianos, nuestra fé y nuestro Señor son inquebrantables e inmutables, y también lo es nuestra moral cristiana. Debemos acogernos a nuestra Madre celestial, la Virgen María, para que ella nos conforte y nos infunda ánimos. Os aconsejamos que encomendéis vustra alma a su Sagrado Corazón, puesto que sin duda su inmaculada pulcritud os liberará de las preocupaciones terrenas.

IV.- El Presidente del Gobierno ha presentado su dimisión al Rey y ha convocado elecciones generales para el diecinueve de junio próximo. Os decimos: ¡id y emitid vuestro sufragio! La ley terrena os llama a ello, y el Hijo os manda que cumpláis con la Ley terrena conforme a la Ley de Dios. Recordad que hermanos vuestros de otros países votan con frecuencia. Bien está que se oiga a cada uno en los asuntos que le tocan, si ello no menoscaba la cosa pública. Id y votad en paz, en amor hacia los otros hombres y con conciencia de Dios nuestro Señor.

V.- No puede la Iglesia optar por vosotros diciéndoos qué opción política es más correcta. No puede la Iglesia inmiscuirse en tales asuntos, que deben quedar al libre albedrío. Pero recordad que el ejercicio de nuestro libre albedrío será juzgado por Dios, y que no entrará al Reino de los Cielos el que no pase por el ojo de una aguja. Por ello os decimos: recordad cuáles son vuestros valores de cristianos, y votad guiándoos por ellos. Porque como en todos los mercados, en el mercado de las elecciones hay mercaderes con buena mercancía y mercaderes con mala mercancía. Habéis de ponderar ciudadosamente las cualidades y circunstancias de cada uno, y lo que prometen, antes de decidir vuestro voto. Votar es un acto grave que exige reflexión.

VI.- A mayor abundamiento, os aconsejamos que consideréis aquello que os enseñaron en el Catecismo. Recordad primeramente el mandamiento del amor. Quien no diga amar al prójimo como a sí mismo, y lo haga verdaderamente, está lejos de Dios, y debéis apartaros de él. Ponderad, así mismo, si lo que promete se ajusta a la Tradición apostólica y a la tradicional vida del cristiano. Si a ello no se ajusta, apartaos de él. Pero si se atiene a estas reglas, y lo juzgáis digno de Dios, entonces debéis votarlo.

VII.- Os aconsejamos encarecidamente que os encomendéis al Señor y a la Virgen o algún santo de vuestra devoción antes de escoger vuestro voto. A tal fin, muchos sacerdotes pasarán ese día entero y el siguiente en las iglesias a fin de que los fieles se puedan confesar. Creemos que es conveniente que os reconciliéis con Dios y comulguéis antes de votar. Además, muchas iglesias parroquiales harán exposición del Santísimo sacramento toda la tarde previa a las elecciones, para inmediatamente proceder al rezo del Rosario completo. Acudid a estos actos de culto si veis que vuestro espíritu necesita hacerse fuerte.

Nos, arzobispos de Tarragona, de Zaragoza, de Sevilla, se Santiago de Compostela, de Valencia, de Oviedo y Granada
Nos, obispos de Osma-Soria, de Almería, de Cartagena, de Guadix, de Jaén, de Málaga, de Badajoz, de Coria-Cáceres, de Santander, de Tuy-Vigo, de Cádiz y Ceuta, de Córdoba, de Gerona, de Urgel, de Vich, de Tortosa, de Sigüenza -Guadalajara, de Ibiza, de Mallorca, de Segorbe-Castellón, de Ávila, de Barbastro, de Huesca, de Teruel-Albarracín y de Tarazona.


[Trasládese inmediatamente a las parroquias para su lectura tras las misas de tres días sucesivos]
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Vie 24 Jun 2011 - 22:36
Pequeña carta pastoral de Héctor María Bouza, obispo de Ciudad Rodrigo

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- Hijos míos, vivimos tiempos turbulentos en los que inexorablemente debemos acogernos a la fé, porque es lo único que permanece inmutable y perfecto, frente a todo lo contingente del mundo terrenal. Veréis falsos profetas que vienen a engañaros con falsas promesas. Nos dice el Evangelio que por sus frutos los conoceréis: pues ni el árbol malo da buen fruto ni el bueno puede darlo malo. Al árbol malo se lo tala y se lo emplea para leña, y al bueno hay que cultivarlo y afianzarlo para que crezca y fructifique más aún.

II.- Hay falsos profetas que profetizan que esta es la hora del pueblo. Os mienten. Siempre ha sido la hora del pueblo. Dios ha centrado su mirada siempre en su rebaño y nada más que en su rebaño; a los demás, no los conoce y los aparta de sí. Y el objeto del poder temporal es, por mandato divino, la seguridad de su publo, y no otra cosa.

III.- Pero fijaos en los frutos de estos falsos profetas: odio y degeneración. ¿Cómo alguien que engendra estos resultados puede ser bueno? Yo os digo: cuando llamen a vuestra puerta, atrancadla, cerrad ventanas y contraventanas y poneos a alabar a Dios para no escucharles. Taladlos y empleadlos para leña en vuestros hogares, pues no valen para otra cosa.

Nos, obispo de Ciudad Rodrigo.

Hágase saber
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Sáb 25 Jun 2011 - 21:46

Boletín pastoral Cruzlatina



Carta pastoral conjunta de muchos obispos españoles sobre la familia y la reproducción

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- San Juan comienza su evangelio son estas palabras: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas". El libro del Génesis comienza así: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero". La Biblia nos enseña claramente que Dios anterior a todo otro ente existente, puesto que Él mismo lo hizo todo, incuidos los seres humanos y nuestras almas. Si existimos, vivimos, gozamos y pecamos es porque Él lo quiso y lo sigue queriendo. Pues si Dios no quisiese constantemente la existencia de su Creación, esta cesaría ipso facto.

II.- Pero el centro de la creación es el Hombre. Dios hizo el Universo para el Hombre. Así es que hasta que hizo al hombre y a la mujer, no estuvo la Creación completa y no descansó. Y así es también que Dios concedió al Hombre un dominio justo sobre toda la creación. De su propia palabra se lo dijo Dios al hombre y a la mujer tras crearlos. En el mismo Génesis está escrito: "Y bendíjoles Dios y dijo: creced y multiplicaos, y poblad la Tierra y sometedla". El plan divino, en este aspecto, es claro: que el hombre y la mujer crezcan, tanto física como espiritualmente, se unan el uno al otro en santo matrimonio y se multipliquen. El Señor lo quiso así. Y al buen cristiano no le preocupa si podrá o no sostener a su familia: pues se entrega a la Providencia divina y al trabajo esforzado, y eso basta. El vigésimo tercer salmo comienza "El Señor es mi pastor; nada me falta".

III.- No obstante, es fácil que la fé en la Providencia divina flaquee y el ánimo decaiga. En esos momentos, la tentación de corromper el plan divino, de apartarse del programa de familia diseñado por Dios, acecha. El cristiano podrá entonces valorar la oportunidad de, como dicen hoy día, planificar su familia. Pero esto es una tentación de mal, y por ello rogamos constantemente a Dios que nos aparte de la tentación. Debe pues, ser rechazada. El hombre y la mujer que se unen en matrimonio no sólo se unen el uno al otro, sino que además se unen en Dios. El Señor les otorga su gracia por el sacramento del matrimonio, y correlativamente les impone un plan de vida.

IV.- En nuestra opinión, es función del poder temporal, de toda la comunidad y por supuesto de la misma la Santa Madre Iglesia proveer ordinariamente a las necesidades de las familias que no pueden mantenerse por sí mismas; y siempre con la necesaria discreción para salvagurdar su dignidad a los ojos de los hombres. Y ello en razón a la caridad cristiana que Jesucristo ordenó practicar a todos los hombres; y también en razón a la sumisión al plan divino, al cual se da entonces cumplimiento por medio del prójimo.

V.- Lo expuesto ha sido doctrina universal de todas las iglesias cristianas al menos hasta la entrada de este siglo. Uno de los grandes Padres de la Iglesia, San Agustín de Hipona, determinó claramente la configuración del matrimonio cristiano en la Antigüedad. Durante la Reforma, algunas iglesias protestantes aceptaron el divorcio, lo cual es contrario al mandato divino; pero por lo demás, predicaron honrosamente, que la finalidad del matrimonio es amor, familia y procreación. En el siglo XIX, la práctica matrimonial comenzó a apartarse notablemente de este esquema. Debido a estos graves incumplimientos del programa de Nuestro Señor, S. S. León XIII dictó, en 1880 la encíclica Arcanum divinae sapientia, que nos muestra el verdadero valor del matrimonio cristiano, sin variar en nada la doctrina tradicional.

VI.- Pero en 1930 se reunió la llamada conferencia de Lambeth, la reunión de los obispos de la Iglesia anglicana, y autorizó un control limitado de los nacimientos, pero no el aborto voluntario. A partir de esta fecha, varias iglesias protestantes han ido abrazando esta horrenda doctrina, en incluso ampliándola. Así fue que S. S. Pío XI, preocupado por el impacto que estos desvíos podían tener en la sociedad cristiana, dictó en ese mismo año la encíclica Casti connubi, la cual realzó la santidad del matrimonio y sus finalidades conforme a la Ley de Dios. Con esto quedó perfectamente fijada la doctrina católica al respecto. Pero en la década anterior a la nuestra la técnica descrubrió artificios químicos para modular o impedir el embarazo. Ello planteó un reto para muchos teólogos, que acudieron al Papa en busca de consejo. La celebración del Concilio Vaticano II y las innovaciones legítimas que trajo animaron a algunos a propugnar otras innovaciones ilegítimas. El Santo Padre Pablo VI (que Dios guarde muchos años), se vio entonces a dictar una nueva encíclica, Humanae vitae, para insistir en el valor sagrado de la vida humana. Ambas encíclicas coinciden en que la Ley divina sólo tolera un método de "planificación familiar": la continencia en los períodos fértiles.

VII.- Dios concedió al Hombre libre albedrío. La finalidad de tal don es, necesariamente, alcanzar el Bien, y no otra. Así es, de hecho, que los seres humanos buscamos con nuestras acciones libres alcanzar aquél estado que creemos que mejor nos conviene. Sin embargo, somos seres imperfectos que no tenemos una visión completa del Mundo. Por consiguiente, a menudo nos equivocamos en la persecución del bien y empleamos nuestra libertad para el Mal. Cristo, conocedor de tal circunstancia, vino a la Tierra para salvarnos, y nos dotó de una Iglesia infalible que nos guiase en el ejercicio de nuestro don divino. Es por ello que los teólogos dicen que la Iglesia tiene la facultad de enseñar.

VIII.- Los medios que hoy algunos hombres proponen para ordenar convenientemente los nacimientos deben ser desechados. Un hombre pudiera pensar que le convienen, que persigue su propio Bien empleándolos. Pero esto no es así. El uso de estos procedimientos atenta contra Dios y su plan de vida, y en ocasiones incluso contra la vida de un feto. La Iglesia católica no duda en calificarlos de pecaminosos y en aconsejar a sus fieles que se aparten de ello. Lo repetimos una vez más, razonadamente, para la mejor salvaguarda del alma de los fieles. No nos queda sino rezar por que se haga la voluntad del Señor.

+ Nos, arzobispos de Tarragona, de Zaragoza, de Sevilla, de Santiago de Compostela, de Valencia,, de Toledo, de Pamplona, de Oviedo y Granada.
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Trasládese a las parroquias para su exposición pública y lectura tras la misa dominical
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Miér 6 Jul 2011 - 21:45

Boletín pastoral Cruzlatina

Carta pastoral de los obispos catalanes sobre la propiedad y el trabajo


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- El trabajo en la Tierra es una obligación del hombre. Dios nos expulsó del Paraíso terrenal y nos mandó ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Es por ello que la Iglesia identifica la pereza como pecado capital. A nadie se le puede prohibir trabajar; es más, el trabajo honrado es una de las formas más convenientes de honrar la Gloria divina y de cumplir con el plan de vida ordenado por el Señor. Cualquier consideración sobre la ordenación de la sociedad debe tener en cuenta estos postulados. La mayoría de las sociedades civilizadas, a lo largo de la Historia, han reconocido el valor social del trabajo. Esto debe quedar claro a todo cristiano.

II.- En los últimos años, los españoles nos encontramos en una situación económica que no favorece el cumplimiento de la obligación humana de trabajar. Es por ello que la Iglesia se muestra indulgente con aquellos que no trabajan porque no encuentran empleo ni tienen los medios para trabajar para sí. En ese sentido, en las Asambleas plenarias de la Conferencia episcopal se ha debatido en varias ocasiones disponer una vía especial de obtención de las gracias del Tesoro espiritual de la Iglesia para estas personas. Apoyamos unánimemente que así sea, y así se lo hemos transmitido a nuestros hermanos en el episcopado.

III.- Pero si bien el hombre siente reforzado su ánimo y su temple cuando la Misericordia divina se apiada de él, esto no basta. El hombre no sólo necesita alimento para el espíritu sino también alimento para el cuerpo. La falta de cualquiera de ambos conduce irremisiblemente a la enfermedad. Como es bien sabido, la falta de trabajo supone por lo general una falta de medios dinerarios y en los casos más extremos, hambre. Y el hambre debilita el espíritu y franquea el paso a la tentación. No es por ello de extrañar que los hambrientos se vean tentados de atentar contra Dios y los hombres para saciar sus necesidades. Es sin duda tarea de todos, pero especialmente de los pastores de la Iglesia, enseñar que se peca contra Dios cada vez que se emplea la violencia o la fuerza para saciar el hambre.

IV.- El problema del hambre y su relación con la constitución de la sociedad humana es un problema que ha atenazado a todos los pensadores de todas las épocas. Sin embargo, fruto del pecaminoso pensamiento materialista, en la pasada centuria los problemas humanitarios de esta índole no dejaron de crecer. Por consiguiente, la Santa Sede se vio en la obligación de investigar en la Palabra y en la Tradición cuál era exactamente la voluntad divina con respecto a esto. En 1891 S. S. León XIII dictó la famosa encíclica Rerum novarum, que afrontaba la cuestión de las justas relaciones entre trabajo y capital. Cuarenta años después, Pío XI actualizó y amplió estos pronunciamientos por medio de la encíclica Quadragesimo anno; a la que siguió seis a´ños más tarde Divini redemptoris. Juan XXIII dedicó mucho esfuerzo a la justicia social, y por ello dictó Mater et Magistra e inspiró al Concilio vaticano II a proclamar la constitución apostólica Gaudium et spes. Y nuestro Santo Padre Pablo VI dictó la importantísima encíclica Populorum progressio y la carta apostólica Octogesima adveniens. Recomendamos vivamente la lectura del Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, publicado por el Consejo pontificio "Iustitia et Pax", que refunde y recapitula todas estas enseñanzas.

V.- El Magisterio de la Iglesia es, pues, el de un justo equilibrio entre trabajo y capital. Y ello por varias razones. En primer lugar, el propio Padre nos ordena trabajar, como ya se explicó. Pero es que además, todas las sociedades civilizadas de la Tierra han patrocinado la máxima del "neminem laedere". Por más que la situación de uno sea desesperada, no debe atacar a otros para saciarse. ¿Son acaso los prójimos los responsables de nuestra situación? No. Es la caridad, y no la violencia, la que debe mover al hombre a compartir lo que tiene. Es por ello que se debe respetar los derechos patrimoniales de los demás. Tanto más en una sociedad que los protege con firmeza. Pues Cristo nos dijo "Dad a Dios lo que es de Dios y dad al César lo que es del César". O lo que es lo mismo: cumplid con vuestras obligaciones terrenales, que ello no os impedirá salvaros.

VI.- Sin embargo, el respeto hacia el patrimonio debe estar necesariamente complementado por actos de sincera y efectiva solidariedad. Sólo así se restablece el equilibrio que la Justicia social supone. Es pues, función del poder temporal y de los potentados garantizar que no haya deigualdades manifiestas, que se respeta la dignidad esencial del hombre y que nadie se encuentra desamparado. En caso contrario, se peca gravemente por avaricia y por soberbia. En los últimos cien años, los poderes temporales han ido, progresivamente, tomando decisiones favorables sobre todo a las clases obreras. Sin embargo, aun queda una porción muy grande de la humanidad cuyo bienestar temporal no está mínimamente garantizado.

VII.- El Magisterio pontificio ha recalcado, a lo largo de los documentos arriba reseñados, que es misión y derecho de la Iglesia el mediar entre las partes en conflicto para procurar apaciguar los ánimos e intentar conciliar los diversos intereses en juego. Por tanto, todos los ministros del Señor, orgánicamente constituidos, están llamados a ejercer su labor pastoral también intermediando en la vida social. Para ello, disponen de muchas armas: llaman a la trdicional actividad caritativa individual, o coordinan el trabajo de campo de varios, o intervienen en los conflictos abiertos, o interceden para que se satisfagan las necesidades generales de Justicia social. Ningún cristiano debe olvidarse de que este ministerio pastoral está abierto a todos.

VIII.- No podemos obviar que el hecho que motivó esta carta pastoral fue la ocupación por sindicalistas y campesinos de una finca particular en el término municipal de Belpuig; con las consecuencias que todos conocemos. No podemos sino condenar esta ocupación. Y observamos con tristeza como el mal sólo ha engendrado el mal; como el pecado ha llamado al pecado y sólo el demonio se ha lucrado con estos sucesos. Estamos seguros de que el Reino de los Cielos llora amargamente todo lo ocurrido, y está hoy cerrado para muchos más que ayer. Es por ello que hemos resuelto celebrar actos de culto en todas nuestras catedrales por reconciliación de estas almas que ahora están separadas de Dios y de su Iglesia.

IX.- Por último, llamamos a la caridad cristiana. Llamamos a todos aquellos que tienen capitales en su poder a que los empleen de modo tal que satisfagan las necesidades de trabajo y de subsistencia personal de sus prójimos. Invocamos al Espíritu Santo y a José, padre terrenal de Nuestro Señor y humilde carpintero, para que inspiren a todos los hombres sobre cómo mejor realizar su cometido social en la Tierra.

+ Nos, arzobispo de Tarragona, y arzobispo de Barcelona
+ Nos, obispo de Gerona; obispo de Lérida, obispo de Vich; obispo de Tortosa; obispo de Urgel, y obispo de Solsona


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Jue 21 Jul 2011 - 3:00
Pequeña carta pastoral del Obispo de Ciudad Rodrigo sobre la función de enseñar de la Iglesia


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- Cristo dijo: "Tú eres Pedro y sobre ti edificaré mi Iglesia", y así lo hizo. Creó la Iglesia, que es la comunión de todos los fieles, orgánicamente constituida entre sí y con Dios. Cristo eligió doce hombres de entre sus seguidores y los ordenó apóstoles, y les encomendó especialmente la función de regir y de enseñar. Los obispos somos, en virtud de la ordenación sacramental, sucesores de los apóstoles y ejercemos sus mismas funciones. Es por ello que sólo un obispo puede consagrar obispos, pues sólo él es sucesor apostólico.

II.- Tras haber resucitado, Jesucristo se apareció a los apóstoles mientras comían y dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." De aquí se deducen con toda claridad la función de enseñar de la Iglesia, función esta que le ha sido encomendada de forma explícita por Cristo mismo. ¿Cómo pueden pretender los hombres alterarla? Os digo que el que pretenda privar a la Iglesia de su misión de enseñar ofende a Dios y tiene el corazón tomado por la soberbia. Pero con un poco de tranquilidad de espíritu podrá fácilmente comprender que lo que Dios ha instituido no debe alterarlo el Hombre.

III.-Allá donde esté, el cristiano debe enseñar al que no sabe, aprender del que sí sabe y enjuiciar críticamente las acciones de los demás para mostrar el camino correcto, en la medida en que pueda. Estás obligaciones son especialmente debidas por los clérigos y por aquellos que se han comprometido a realizar una labor apostólica. Pero con más intensidad que nadie, somos los obispos quienes debemos someternos a estos cánones. La autoridad temporal ha pretendido impedírnoslo en múltiples tiempos y lugares. Es entonces cuando el obispo debe ignorar los mandatos del Hombre y estar al mandato divino; incluso exponiéndose al martirio. Recordad, hijos, que la ley injusta no es ley y no obliga. Y es injustísima la ley que prohibe a la Iglesia enseñar.

IV.- Es por ello que animo a todos los cristianos a ejercer labores apostólicas, cada uno a su manera, ahora con más ahinco que nunca. No os desaniméis si os critican u os ponen obstáculos: "El Señor es mi pastor; nada me falta."

+ Nos, obispo de Ciudad Rodrigo

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Vie 22 Jul 2011 - 14:01
Carta pastoral de los Padres cardenales de España sobre la convulsión política

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- España es una nación cristiana y católica desde hace siglos. El Pueblo español tiene un hondo compromiso con Dios nuestro Señor y la Verdadera Fé. Es por ello que espera de sus gobernantes un comportamiento y una actitud medianamente acordes con la Moral cristiana.

II.- Un pilar fundamental de la Moral cristiana es el amor al prójimo, la caridad al otro por medio de Dios. Y nosostros, los padres cardenales, observamos que algunos de nuestros gobernantes tienen el corazón duro y no les alcanza el amor infinito del Padre. Sin su amor, están perdidos en este valle de lágrimas, y no conocen la humildad. Sólo así se explican los sucesos que se vienen desencadenando en los últimos meses. Por parte de unos, se ha conculcado el orden público; por parte de otros, se les ha incitado y manipulado por todos los medios para que fuera así.

III.- Hasta hoy, la Iglesia se ha limitado a rezar por el alma de los duros de corazón. Pero la soberbia ha alcanzado tales cotas que no intervenir sería tanto como consentirla. El Pueblo de Dios se escandaliza, legítimamente, si se consienten públicamente las ofensas al señor.

IV.- Somos pastores de ovejas, y anunciamos que la rabia ha infectado a nuestro rebaño. Señalamos las ovejas infectadas y les entregamos los instrumentos de su curación. Llamamos a todos los hombres de buena voluntad a que muestren a los errantes el camino luminoso hacia el Señor y hacia el amor al Hombre.

V.- Tenemos fé en que los duros de corazón dejarán abjurarán de su soberbia y se curarán de sus pecados. Pero si así no fuera, instaremos a que, en aras a su curación, se les separe del rebaño del Señor con la pena medicinal que corresponda.

+ Nos, Cardenal Arzobispo emérito de Barcelona
+ Nos, Cardenal Primado de Tarragona, de Toledo
+ Nos, Cardenal Arzobispo Madrid, de Sevilla

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Mar 27 Sep 2011 - 14:11
Boletín pastoral Cruzlatina

Carta pastoral del Obispo de Solsona sobre los muertos de la Guerra Civil


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

I.- España ha sufrido, a lo largo de su historia una plétora de guerras civiles, en las que los hombres se han enfrentado a los hombres por las cuestiones más varipintas. Las guerras entre hermanos son siempre una lacra, puesto que dejan marcas profundas de división entre los hombre que la sufren. Consecuentemente, no hallo ningún fenómeno colectivo que contradiga más directamente el mandamiento del amor que Cristo nos impuso: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".

II.- Pero sin duda alguna, la más sangrante de éstas ha sido la que tuvo lugar entre el 18 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939. Han pasado cerca de treinta y nueve años desde su finalización, pero todavía hoy se deja notar la carga de dolor que este conflicto bélico ha suspuesto para todos los españoles. Todos perdimos algo en esa conflagración: perdimos muchas vidas, muchos tesoros históricos o artísticos, muchas infraestructuras; pero también muchos bienes espirituales: se perdieron muchas amistades, y la convivencia pacífica se tornó imposible en muchas poblaciones; la paz espiritual de muchos fue substituida por la mentalidad de frontera; y desde luego, muchos hombres perdieron la gracia divina y cayeron en el pecado.

III.- Pero no es de esto de lo que quiero hablaros, hermanos. No, lo que quiero es recordar a todos aquellos hombres que desaparecieron físicamente en el transcurso de la guerra, y a todos aquellos que, constándonos su muerte violenta, no recibieron funeral ni sepultura, ni ningún otro ritual de despedida. Muchos son los casos que caben en estas categorías. Nuestros registros civiles pueden dar buena cuenta de los primeros; y los registros de nuestros cementerios, de los segundo. Y ambos pesan dolorosamente en el corazón de nuestros padres, madres, abuelos, abuelas...

IV.- He reflexionado detenidamente sobre este complejo problema, y en los últimos años he procurado acceder a los sentimientos de los familiares de estas personas. Y mi conclusión es contundente: la caridad cristiana nos impone el deber de encontrar estos cuerpos, entregárselos a sus familiares y darles funeral y sepultura, u otro rito de despedida adecuado. Llamo a todos los hombres de buena voluntad a que colaboren en esta tarea. A todos los que dispongan de conocimientos, de energías o de empeño, que se organicen y lleven a cabo esta tarea. De este modo concretan su sacerdocio como fieles.

V.- Invoco al Sagrado Corazón de Jesús para que ampare esta santa misión. Que su caridad infinita nos inspire en esta labor altruista.

VI.- Quisiera remarcar lo que, a mi juicio, ocurriría de no emprender esta "cruzada a la inversa": el dolor de los familiares y allegados no se disiparía, se enquistaría y les acabaría por corromper por dentro; y esta corrupción interior se trasladaría muy probablemente a las generaciones posteriores. Es de justicia, repito, sanar estos espíritus desconsolados.

+ Nos, obispo de Solsona

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