Arnau Capdevila en Palma: creyentes y ateos.

En el día de hoy Arnau Capdevila ha participado en un coloquio en Palma en el marco de unas jornadas de encuentro entre cristianos y ateos organizadas por los franciscanos.

Capdevila ha defendido una Fe que se demuestre en el compromiso con el mundo, lejos de una Fe excesivamente espiritualista y que lleve a un distanciamiento respecto de la realidad mundana.

"[...] La Fe ha de llevar a desear construir el Reino de Dios y trabajar activamente en ello, un Reino de Dios que es justicia, paz y alegría espiritual. La Fe debe llevar a quien la tiene a querer ser apóstol, y el buen apóstol es el que predica con sus actos, como Jesús de Nazaret, que nos mandó hacer las paces con el hermano antes de practicar los sacrificios en el Templo y siempre predicó con el ejemplo. Permitidme que como hice públicamente hace unos días vuelva a leer un fragmento de la Carta del Apóstol San Jaime, una epístola preciosa, en esta ocasión un pequeño fragmento del capítulo segundo:

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»

Amigos, como dice San Jaime, ¿Se qué sirve la Fe sin obras? Nuestros hermanos jesuitas, encabezados por el admirable padre Arrupe, nos están dando un auténtico ejemplo de lo inseparable de la Fe y del compromiso con la realidad. Sí. Ya sé que los franciscanos practicáis el voto de pobreza con ejemplaridad [sonrisas y murmullo entre los asistentes], pero algunas de las reflexiones recientes del Padre Arrupe, o de Jon Sobrino, o incluso de Monseñor Romero son muy interesantes. El ejemplo del claretiano Casaldàliga también es inspirador. Son muchos de hecho los religiosos, especialmente los que tienen una especial sensibilidad social o los que se están viendo obligados a vivir una realidad especialmente dura por ejemplo en Suramérica o América Central, que estudian el marxismo y los métodos marxistas de análisis de la realidad. La oposición entre Fe y marxismo se explica por los prejuicios de unos y de otros. Ni el marxismo es por definición ateo, ni que sus ideólogos lo fueran, ni la Fe es intrínsecamente contraria al materialismo histórico. Se atribuyen precisamente al Padre Arrupe, Papa Negro, como se suele decir, unas declaraciones en las que se consideraba no marxista y sin embargo exhortaba al conocimiento profundo del marxismo.

El marxismo ha hecho valiosísimas aportaciones a la Fe cristiana. No se puede explicar la doctrina social de la Iglesia sin el marxismo. Permítanme solo leer unas líneas de la reciente encíclica papal Populorum progressio, de su santidad Pablo VI:

"La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario."

Pese a que papas conservadores como Pío XI hayan condenado el socialismo (hay que recordar que este papa animó a los italianos a votar por los fascistas de Mussolini) es evidente que el cristianismo no puede vivir a espaldas del marxismo ni ignorarlo.

En fin, en otra ocasión me gustaría hablar de las aportaciones del ateismo y de sus críticas a la Fe cristiana, que son muchas, pero me temo que no me queda tiempo. […]”

Esto es perfectamente extrapolable al ámbito de la gobernanza de un país. Si un presidente, por ejemplo, no es capaz de cumplir lo que promete, es decir, de "predicar con el ejemplo", de nada vale.