Crónica de una muerte, económica, anunciada

De España ya no queda nada, ni tan siquiera el honor le queda a tan histórico nombre. El estado zozobra y el capitán y la marinería en lugar de tratar de reflotarlo, de impedir el desastre, se tiran por la borda con la intención de salvar sus vidas y nada más. Una clase política de esta catadura moral no puede seguir al frente de ese país, de un país que hasta hace nada era una de las doncellas económicas europeas, y que a día de hoy se ha convertido en un despojo económico que ningún inversor quiere pisar. Desempleo del 8% y aumentando, inflación incontrolada, déficit por el 5% del PIB... no señores, no se trata de un ignoto país africano, sino que estamos hablando de un estado que hasta hace unos días estaba pugnando por entrar en la CEE.

Y es que los españoles deberían de tener miedo. Esta misma semana, el mandamás europeo Roy Jenkins afirmó estar dispuesto a rescindir el Acuerdo Preferencial (gran balón de oxígeno para la mermada industria española) que España mantiene con la CEE si esta no adopta «medidas contundentes y de peso que aseguren su solvencia y reafirmen su seriedad económica». Y es que señores, cuando el Presidente de la Comisión dice esto, es que las cosas no están del todo bien. Por su parte, el neoclásico John Hicks, en una reciente intervención realizada la Universidad de Salamanca, recalcó la imperante necesidad de que España se desprenda de aquellos eternos lastres empresariales que la estrangulan, de controlar su déficit y de aplicar un modelo basado en el utilitarismo que asegure el bienestar de los futuros españoles.

Habrá que esperar unos meses para saber lo que el tiempo le depara a España y a sus habitantes, pero las cosas pintan realmente mal. Sin embargo, nadie cuestiona que un estado que ignora los desfalcos fiscales de empresas nacionales (reciente está el caso RUMASA) y que no trata de endulzar sus sinsabores económicos no merece el trato de favor de la CEE... ni de nadie.

Redacción de Londres