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Máximo Escudero
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Escudero: "Smith y los demás economistas clásicos no meditaron sobre un hecho que hoy es conocido por los economistas: LOS FALLOS DE MERCADO." Empty Escudero: "Smith y los demás economistas clásicos no meditaron sobre un hecho que hoy es conocido por los economistas: LOS FALLOS DE MERCADO."

Lun 1 Mar 2010 - 17:26

Escudero: "Smith y los demás economistas clásicos no meditaron sobre un hecho que hoy es conocido por los economistas: LOS FALLOS DE MERCADO." Ffgomez6
Escudero en unas jornadas sobre el proceso de insutrialización en la Universidad de Granada:

"Agradezco a los organizadores de estas jornadas que me hayan invitado a hablar sobre “El nivel de vida de la clase obrera durante la Revolución Industrial”.

Me ha parecido oportuno estructurar la charla del siguiente modo:

Comenzaré explicando a qué llamamos bienestar. En la segunda parte, hablaré de las ventajas e inconvenientes de cuatro indicadores del bienestar: renta per capita, salario real, Índice de Desarrollo Humano y estatura media de la población. En la tercera, me referiré muy brevemente al debate sobre el nivel de vida de la clase obrera británica durante la Revolución Industrial. Se trata de una polémica que arrancó de la época de Marx y Engels y que ha dividido a los historiadores en dos bandos: los pesimistas - que sostenían que el bienestar de los trabajadores disminuyó – y los optimistas –que afirmaban lo contrario -. Como veremos, la controversia ha concluido hace pocos años a favor del pesimismo, de manera que ha durado nada más y menos que 150 años. En la cuarta parte de la conferencia ofreceré datos sobre el nivel de vida en España durante la segunda mitad del siglo XIX y, para terminar, trataré de responder a la pregunta de por qué disminuyó el bienestar de la clase obrera durante la Revolución Industrial.

Conviene comenzar la charla definiendo qué es el nivel de vida o bienestar con el fin de deshacer dos equívocos. El primero es que el bienestar es sólo el dinero y el segundo es que el bienestar es lo mismo que la felicidad. El diccionario de la Real Academia define el bienestar como Conjunto de cosas necesarias para vivir bien. El apelativo cosas incluye todos los aspectos del nivel de vida: renta, salud, esperanza de vida, escolarización, condiciones laborales, tiempo de ocio disponible, condiciones medioambientales o distribución de la riqueza. Hago hincapié en esto porque, como luego veremos, no siempre una mayor renta o un mayor salario han ido unidos a una mayor esperanza de vida o a unas mejores condiciones laborales o medioambientales. Adelanto en este sentido un ejemplo contundente: durante la industrialización de Vizcaya, los salarios reales de los obreros que vivían en la margen izquierda de la ría del Nervión subieron un poco. Sin embargo, la esperanza de vida en Sestao y Baracaldo pasó de 36 años en 1876 a una cifra que causa espanto: ¡diecinueve años! en 1890. Tampoco es lo mismo bienestar que felicidad porque alguien que sea millonario y goce de salud puede ser infeliz si tiene la desgracia de perder un hijo, de manera que el bienestar es una condición necesaria pero no suficiente de la felicidad.

Aclarados esos dos equívocos, paso a hablar de las ventajas e inconvenientes de cuatro indicadores del bienestar: renta por persona, salario real, Índice de Desarrollo Humano y estatura media de la población. Esta primera parte de la charla servirá para que sepáis que NO EXISTE UN INDICADOR PERFECTO DEL BIENESTAR, POR LO QUE ES CONVENIENTE UTILIZAR VARIOS SIMULTÁNEAMENTE.

Una forma de estimar el nivel de vida es utilizar el ingreso monetario. Cuando se trata de un país, se emplea la renta por persona, que, como sabéis, es la riqueza producida en un país dividida por el número de sus habitantes. Cuando se trata de los trabajadores, se emplea su salario real, esto es, el salario nominal ajustado a la inflación. Renta per capita y salario real poseen dos ventajas. La primera es que el ingreso monetario constituye una parte importante del bienestar. La segunda es que el ingreso suele guarda relación positiva con otros elementos del bienestar. Hoy, por ejemplo, los países con mayor renta per capita son, por lo general, los países con mayor esperanza de vida, con mejor educación o con mejores condiciones laborales.

Sin embargo, el ingreso también posee inconvenientes. El primero es que, en el caso de la renta por persona, no contempla la equidad porque es una media aritmética. El segundo inconveniente es que la renta y el salario no incluyen elementos del bienestar no necesariamente dependientes del ingreso como la esperanza de vida, los niveles sanitario y educativo, las condiciones laborales, el tiempo de ocio disponible, los costes de la vida urbana o la degradación del medio ambiente.

Es precisamente este último defecto el que ha hecho que los economistas hayan ideado indicadores del bienestar alternativos a la renta per capita. Se trata de indicadores que contemplan no sólo el ingreso, sino otras variables del nivel de vida, algunas de las cuales son también lo que el premio Nobel de Economía Amartya Sen denominó derechos de acceso necesarios para prosperar: salud y educación – entenderéis que una persona enferma y analfabeta tiene muchas menos posibilidades de prosperar que otra sana y con estudios universitarios - . Existen muchos indicadores alternativos a la renta, pero el más utilizado es el llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH). Os hablo brevemente de la historia de este indicador. Durante las décadas de 1960 y 1970, algunos economistas criticaron que Naciones Unidas utilizara la renta per capita en sus estudios sobre el bienestar ya que se daban paradojas como éstas: a fines de la década de 1970, Arabia Saudita era uno de los países con mayor renta por persona del mundo y en, cambio, tenía una muy baja esperanza de vida y elevadísimas tasas de analfabetismo. En el polo opuesto, Costa Rica o Cuba tenían una renta por persona pequeña, pero una esperanza de vida elevada y toda su población alfabetizada. Esos economistas insistieron en que la ONU debía utilizar un indicador alternativo a la renta por persona y a principios de la década de 1980 este organismo internacional aceptó la propuesta de un comité que ideó el IDH. Os explico brevemente cómo se estima.

El IDH contempla tres variables: renta por persona, esperanza de vida y nivel cultural - una media ponderada de la población escolarizada en la enseñanza primaria, secundaria y universitaria -. Cada variable posee un valor máximo de 1 y mínimo de 0, siendo el IDH la media aritmética de las tres. Según los valores de Naciones Unidas, los países con un IDH superior a 0,8 poseen un elevado bienestar; los de 0,50 a 0,80 un bienestar medio y los que no alcanzan el 0,50 un bajo nivel de vida.

El Índice de Desarrollo Humano tiene virtudes, pero también defectos. Su ventaja principal es que contempla dos importantes elementos del nivel de vida no necesariamente dependientes de la renta y que, como antes dije, son derechos de acceso necesarios para prosperar. Sus inconvenientes son tres: no dice nada sobre la distribución de la riqueza; no incluye elementos importantes del bienestar (por ejemplo, condiciones laborales o degradación del medio ambiente); finalmente, incurre en un juicio de valor al asignar un 33% a cada variable. Explico esto último. Según el IDH, el ingreso supone un tercio del bienestar; la esperanza de vida otro tercio y el nivel cultural el último tercio. ¿Por qué asignar un 33% a la renta y no un 40 ó un 50%? O al contrario: ¿Por qué no asignar un 60% ó 70% a la esperanza de vida? En otros términos ¿Qué es preferible, ser millonario y vivir sólo 40 años o tener una renta baja y vivir 80? ¿Qué es preferible, ganar 3.000 euros al mes trabajando en una mina subterránea o cobrar 1.000 siendo el farero del cabo de Santa Pola? Este asunto – el de ponderar los distintos elementos del bienestar- es uno de los problemas que impide que exista un indicador perfecto del nivel de vida ya que, al ser utilidad subjetiva y existir por lo tanto una amplia gama de gustos y preferencias, toda ponderación contiene juicios de valor.

Paso a hablar de un tercer indicador del bienestar en el que hasta una década desconfiaban muchos historiadores y economistas, pero que hoy es ampliamente aceptado. Se trata de la ESTATURA MEDIA DE LA POBLACIÓN. Antes de explicar por qué la talla es un indicador de lo que los antropómetras denominan “nivel de vida biológico”, quiero aclarar dos cuestiones previas. Contra lo que vulgarmente se cree, no es cierto que la estatura haya crecido de modo constante a lo largo de la Historia, sino que ha experimentado ciclos. Por otro lado, tampoco es cierto que la estatura esté exclusivamente determinada por la carga genética. Dicho esto, y como podéis observar en la diapositiva, la estatura es resultado del INPUT NUTRICIONAL NETO, que es el INPUT NUTRICIONAL BRUTO – los nutrientes ingeridos – MENOS LA ENERGÍA GASTADA vía metabolismo basal, actividad física y enfermedades. Así pues, la estatura media es un indicador del “nivel de vida biológico”, una parte importante del bienestar ya que informa sobre la renta (el consumo de alimentos) y también sobre otros elementos del nivel de vida no necesariamente relacionados con el ingreso (la morbilidad, el nivel sanitario y las condiciones laborales – trabajo infantil y adolescente -).

Lo explico de un modo sencillo. Al nacer, una persona lleva una determinada carga genética. Por ejemplo, medir 1,70. Sin embargo, esa carga es potencial y se altera por la acción de tres elementos que guardan relación con el bienestar: la alimentación, la morbilidad y el trabajo infantil y adolescente, de manera que esa persona sobrepasará el 1,70 si desde su nacimiento a los 21 años se ha alimentado bien, no ha padecido enfermedades y no ha trabajado en su infancia y adolescencia. Por el contrario, si se alimenta mal, padece frecuentes enfermedades y trabaja desde niño, su altura se reducirá.

La estatura media posee dos ventajas. La primera es que, como he dicho, informa sobre el consumo de alimentos, el nivel sanitario y el trabajo infantil y adolescente. La segunda es que, al contrario de lo que ocurre con la renta, de la que sólo existen cifras fiables en el siglo XX, en el caso de la talla disponemos de numerosos datos desde finales del siglo XVIII – inicios del XIX ya que los soldados eran medidos al incorporarse a filas y en los archivos militares se ha conservado esta documentación. Ello no obstante, la estatura también tiene defectos porque no recoge elementos del bienestar como el consumo de bienes industriales y de servicios, la alfabetización, el tiempo de ocio disponible o la degradación del medio ambiente.

Todo lo que he dicho sobre las ventajas e inconvenientes de la renta por persona, del IDH y de la estatura evidencia que NO EXISTE UN INDICADOR PERFECTO DEL BIENESTAR PORQUE NINGUNO PUEDE RECOGER TODOS LOS ELEMENTOS DEL NIVEL DE VIDA Y LOS QUE OPERAN CON VARIOS DE ESOS ELEMENTOS INCURREN EN JUICIOS DE VALOR AL ESTABLECER UNA PONDERACIÓN DE ESOS ELEMENTOS. Ahora bien, ¿significa esto que no podamos estimar el bienestar? En absoluto. Como veremos a continuación, se puede estimar y, para ello, lo mejor es contrastar varios de sus indicadores.

Paso a la segunda parte de la charla, en la que hablaré muy brevemente del debate sobre el nivel de vida de la clase obrera británica durante la Revolución Industrial. Como dije, se trata de una polémica que arrancó de la época de Marx y Engels y que ha dividido a los historiadores en dos bandos: los pesimistas - que han sostenido que el bienestar de los trabajadores disminuyó – y los optimistas –que afirman lo contrario -. ¿Por qué este debate ha durado tanto tiempo? Como vengo insistiendo a lo largo de la conferencia, el bienestar está integrado por el ingreso monetario y por otros elementos que no siempre guardan relación con éste. Por ejemplo, esperanza de vida o condiciones laborales. Estimar si el nivel de vida de la clase obrera aumentó o disminuyó exige por lo tanto información sobre su parte monetaria (salarios reales) y sobre la no monetaria. Al haber acontecido la Revolución Industrial durante un período en el que el Estado no realizaba estadísticas, las estimaciones sobre salarios reales, esperanza de vida o condiciones laborales se han ido rectificando conforme los historiadores han descubierto en los archivos más y mejor información. Ésta es la primera causa que ha alargado la polémica. La segunda es que existen ingredientes ideológicos en ella. Más en concreto, un juicio al capitalismo o, cuando menos, a una determinada forma de capitalismo. Prueba de ello es que, al referirse a las condiciones de vida en los barrios obreros en Inglaterra, un marxista como Rule utiliza la expresión “horror medioambiental” y un liberal como Mokyr habla de “incomodidades de la vida urbana”.

En la década de 1980, los profesores Lindert y Willliamson, aportaron dos pruebas que parecían dar la razón definitiva a los optimistas: una serie de salarios reales de los obreros británicos que se multiplicaba por dos durante la Revolución Industrial y otra serie sobre esperanza de vida en Inglaterra que demostraba que pasó de 35 a 41 años. Sin embargo, las investigaciones de la década de 1990 y las más recientes apoyan la hipótesis pesimista por tres razones: los salarios crecieron muy poco; disminuyó la esperanza de vida de los trabajadores y también lo hizo su estatura.

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Veamos estos nuevos datos que han conducido al pesimismo. En la imagen aparecen dos series de salarios reales. La que se dobla – color negro – es la que estimaron Lindert y Williamson en la década de 1980. La roja, que sube muy lentamente– una tasa acumulativa de sólo el 0.38% - es la que elaboró Feinstein en 1998. Por sí sola, la nueva serie de Feinstein no conduce al pesimismo, pero sí al optimismo moderado porque los salarios tardaron ¡69! años en crecer sólo un 20% y, como pueden observar en la imagen estuvieron prácticamente estancados entre 1783 y la década de 1830. Ahora bien, cuando añadimos a esa débil subida de salarios los datos de esperanza de vida y de estatura, la balanza se desnivela hacia el pesimismo.

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Aquí tenéis la esperanza de vida. Es cierto que aumentó en el conjunto de Gran Bretaña, pero observad lo que ocurrió en los barrios obreros de las ciudades: esperanzas de vida no de 41 años, sino de 27 a 30 e inferiores a las de antes de la industrialización. Veamos ahora la evolución de la estatura.

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Antes de la industrialización (1730), los soldados británicos medían una media de 1,71; en 1850, 1,68.

He afirmado que, con los nuevos datos, la balanza de desnivela hacia el pesimismo. ¿Por qué? Pues bien, porque se puede discutir si una gran subida del salario compensa una pérdida de esperanza de vida o un deterioro de las condiciones laborales, pero parece poco discutible que una subida de salarios tan pequeña como la que se dio durante la Revolución Industrial no pudo compensar importantes pérdidas en la salud, en la esperanza de vida y en las condiciones laborales.

Antes de analizar las causas del descenso del nivel de vida, mostraré datos sobre España, los mineros de Vizcaya y de Cartagena y los obreros de Alcoy, por ejemplo, para que sepáis que también en nuestro país descendió el bienestar de los trabajadores durante la industrialización. Veamos primero los datos de España.

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Como se observa en la diapositiva, la renta por persona española creció entre 1850 y 1900, aunque, todo sea dicho, mucho menos que la francesa, inglesa o alemana. Por lo tanto, si utilizamos este indicador, llegamos a una conclusión optimista o, mejor moderadamente optimista porque, insisto, las tasas de crecimiento de la renta por persona son pequeñas. Lo mismo ocurre si observásemos la evolución de los salarios los cuales son ligeramente crecientes, en este caso, optimismo moderado porque aumentaron muy poco ya que las tasas de crecimiento fueron menores que la de la renta por persona .

Sin embargo, al igual que en el caso británico, ese optimismo moderado se convierte en pesimismo cuando utilizamos el Índice de Desarrollo Humano o la estatura media. Como podéis observar en la imagen, el IDH español disminuyó entre 1860 y fines de siglo porque cayó la esperanza de vida.

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¿Y qué ocurrió con la estatura?. Lo podéis ver es esta diapositiva, donde la línea roja, la talla media de los soldados españoles, siguió un camino muy distinto al de la renta por persona hasta fines del XIX.

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[...]

Paso a la última parte de la charla, en la que explicaré cuáles fueron las causas que deterioraron el nivel de vida de la clase obrera. Como, en mi opinión, se trata de fallos de mercado, me permitiréis que comience abordando dos cuestiones previas: 1) EL LIBERALISMO ECONÓMICO Y 2) LOS FALLOS DE MERCADO.

Como sabéis, el padre del liberalismo económico fue Adam Smith. El sistema económico que propuso partía de una ley natural de la conducta humana que desembocaba en la armonía y en el bienestar. Para Smith, la conducta humana se guiaba por el interés propio, siendo éste un derecho inalienable por dos razones. La primera, porque se trata de un derecho natural y la segunda porque el ejercicio de ese derecho conducía al bien común gracias a una ley de consecuencias no queridas que denominó “Mano invisible”. Éste es el famoso texto de la Riqueza de las Naciones sobre la “Mano invisible”:

“POR REGLA GENERAL, CADA INDIVIDUO NO INTENTA PROMOVER EL BIENESTAR PÚBLICO NI SABE CUÁNTO ESTÁ CONTRIBUYENDO A ELLO. DIRIGIENDO SU ACTIVIDAD DE FORMA QUE CONSIGA EL MAYOR VALOR, CADA INDIVIDUO SÓLO BUSCA SU PROPIA GANANCIA Y, EN ÉSTE COMO EN OTROS CASOS, ESTÁ CONDUCIDO POR UNA MANO INVISIBLE QUE PROMUEVE UN OBJETIVO QUE NO ENTRABA EN SUS PROPÓSITOS YA QUE, PERSIGUIENDO SU PROPIO INTERÉS, PROMUEVE EL DE LA SOCIEDAD DE FORMA MÁS EFECTIVA QUE SI ESTO ENTRARA EN SUS DESIGNIOS”.

Me permitiréis que ilustre la ley de la mano invisible con un sencillo ejemplo. Imaginemos que decido crear una imprenta con la única finalidad de ganar dinero. Pues bien, esa decisión nacida exclusivamente de mi propio interés tendrá consecuencias positivas para el interés colectivo: 1) generaré empleo; 2) demandaré para mi empresa maquinaria e inputs y esta demanda tendrá consecuencias positivas para la industria metalúrgica, para la del papel y para la de la tinta; 3) venderé libros que darán utilidad a quienes deseen leerlos; 4) cuando otras personas observen que mi negocio es bueno, crearán imprentas y esa competencia hará que se reduzca el precio de los libros, lo que beneficiará a quienes gusten de la lectura.

La metáfora de la mano invisible se refiere, pues, a las virtudes de la libre empresa y de la competencia, o sea, a las virtudes del mercado como institución que promueve el aumento de la producción de bienes y servicios y, por consiguiente, el bienestar. Es lo que los libros de Teoría Económica actuales denominan externalidades positivas del mercado, los efectos provechosos que la actividad de un agente económico tiene sobre el bienestar de otros agentes.

Continúo con el liberalismo económico. ¿Qué debía hacer el Estado para que existiera el derecho de los individuos a prosperar y actuara la mano invisible? Leo otro texto de Adam Smith:

“EL GOBIERNO QUE PROPONGO DEBE SER ESPECTADOR IMPARCIAL DE LOS INTERESES INDIVIDUALES Y LIMITARSE A MANTENER LA JUSTICIA Y LA DEFENSA DEL TERRITORIO(…) PAZ, IMPUESTOS MODERADOS Y ADMINSITRACIÓN DE JUSTICIA, POCO MÁS SE REQUIERE PARA LLEVAR A UNA NACIÓN AL MAYOR GRADO DE RIQUEZA DESDE EL ESTADIO DE MAYOR SALVAJISMO”.

Veréis que Adam Smith defendió que el Estado NO DEBÍA INTERVENIR EN ECONOMÍA. Es lo que los fisiócratas franceses llamaban política de “laissez-faire- laissez - passer” (dejad actuar al mercado) y lo que los historiadores conocemos como Estado mínimo, el que se limita a cobrar los impuestos indispensables para mantener el Ejército, la Policía y los tribunales de justicia.

Smith y los demás economistas clásicos no meditaron, sin embargo, sobre un hecho que hoy es conocido por los economistas: LOS FALLOS DE MERCADO. Como podéis observar en la imagen, existe una amplia gama.

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Por ejemplo estos siete que aparecen en los modernos manuales de Teoría Económica: bienes públicos, información imperfecta, monopolios, lentitud en la oferta privada de bienes preferentes como vivienda, educación y sanidad, distribución poco equitativa de la riqueza, externalidades negativas y crisis cíclicas. La mayoría de los economistas están de acuerdo en que los fallos de mercado deben corregirse mediante la acción del Estado, que está obligado a ofertar bienes públicos y preferentes; a redistribuir la renta; a combatir los monopolios; a estabilizar el ciclo económico mediante la política monetaria y fiscal y a evitar las externalidades negativas.

Extenderme ahora sobre todos y cada uno de estos fallos de mercado desbordaría los límites de la conferencia, de manera que me limitaré a tratar aquellos que en mi opinión provocaron el deterioro del nivel de vida de los trabajadores ya que los políticos liberales de la época no tomaron medidas para evitarlos o, cuando menos, paliarlos. Se trata de los fallos que aparecen en la imagen:
1. Fallos derivados de información imperfecta. Un ejemplo es el de los alimentos ya que, en muchos casos, el consumidor no puede saber si están en buen o mal estado.
2. Lentitud en la oferta de un bien preferente (la vivienda).
3. Externalidades negativas. Se trata de las consecuencias negativas que la acción de un agente económico tiene sobre el bienestar de otras personas – por ejemplo, la instalación de una empresa química que contamina un río impidiendo la pesca o el baño -.

Dicho esto, paso a la parte final de la conferencia. ¿Por qué descendió el nivel de vida de la clase obrera? o, lo que es lo mismo, ¿por qué cayó su esperanza de vida? ¿por qué disminuyó su estatura o nivel de vida biológico?

La población de los barrios obreros creció rápidamente como consecuencia de la inmigración y de las elevadas tasas de natalidad. Ello tuvo dos consecuencias negativas (agua contaminada y hacinamiento) que, junto con la venta de alimentos en mal estado, dispararon la morbilidad ya que hoy sabemos que gran parte de la mortalidad en esos barrios se debió a enfermedades infecciosas transmitidas por la ingestión de agua y alimentos en mal estado y por la inhalación de aire contaminado en hogares con hacinamiento. Pues bien, agua contaminada, alimentos en mal estado y hacinamiento derivaron de fallos de mercado. Los ayuntamientos permitieron la edificación de barriadas y casas para obreros sin que simultáneamente se construyeran las infraestructuras de canalización de agua potable y alcantarillado, hecho que ingenieros y médicos higienistas de la época criticaron advirtiendo que tendría como consecuencia la contaminación del agua y la elevación de la morbi-mortalidad. Conociendo, pues, esa consecuencia – un fallo de mercado que hoy llamamos externalidad negativa -, los poderes públicos debieran haber construido esas infraestructuras o, en su defecto, haber fomentado su construcción por empresas privadas.

En el caso de los alimentos en mal estado, el fallo de mercado provino de una información imperfecta. Los médicos higienistas de la época explicaron cómo la manipulación, las deficientes condiciones higiénicas de almacenes y tiendas y la adulteración desembocan en la venta de alimentos en mal estado que los consumidores no podían reconocer. Así pues, los poderes públicos debieran haber intervenido. Sin embargo, la inspección sanitaria en los mercados y el control bromatológico en laboratorios tampoco se generalizaron durante la Revolución Industrial.

El hacinamiento también fue consecuencia del crecimiento de la población en los suburbios obreros, que disparó la demanda de pisos provocando que los precios de alquiler también se dispararan ya que resultaba técnicamente imposible construir viviendas al ritmo que exigía su demanda.

La escasez de viviendas obligó a muchas familias trabajadoras a recurrir al pupilaje o realquiler de habitaciones a otras familias, lo que generó graves problemas de hacinamiento. Nos encontramos, pues, ante dos fallos de mercado: la lentitud en la oferta de un bien preferente como es la vivienda y las externalidades o consecuencias negativas del hacinamiento (enfermedades transmitidas por inhalación de aire contaminado). Los poderes municipales debieran por lo tanto haber hecho lo que pidieron los higienistas de la época: construir casas baratas para paliar la situación.

Resta por contestar la segunda pregunta que antes formulé: por qué disminuyó la estatura o nivel de vida biológico. La estatura de los trabajadores disminuyó durante la Revolución Industrial por tres razones: una nutrición pobre en proteínas; una elevada morbilidad y las duras condiciones del trabajo infantil y adolescente en las fábricas y en las minas. Recientes investigaciones realizadas en Inglaterra, Francia y España demuestran que la clase obrera aumentó su consumo de alimentos durante la Revolución Industrial en una proporción pequeña, pero también demuestran que, dada el alza que experimentaron los precios de los alimentos de calidad, el aumento del consumo lo fue de alimentos baratos y de poco contenido proteínico. Este hecho no constituyó un fallo de mercado ya que el mercado logró alimentar a una población que creció muchísimo durante la Revolución Industrial evitando las hambrunas “malthusianas”. Sin embargo, en la disminución de la estatura sí que intervino la elevada morbilidad, un fallo de mercado que los poderes públicos debieran haber mitigado construyendo la canalización de agua potable y el alcantarillado; estableciendo un control bromatológico de los alimentos y financiando casas baratas. Finalmente, el Estado permitió que se pudiera emplear en fábricas y minas a niños desde los seis años de edad haciéndoles trabajar doce horas diarias y ello generó otro fallo de mercado ya que la acción de quienes los empleaban tuvo como consecuencia el empeoramiento de la salud y del bienestar de los niños. Dado que el porcentaje de niños que trabajaban en las minas de Cartagena fue el mayor de España (hasta un 33% de los trabajadores), entenderéis por qué la estatura cayó hasta el 1,57 siendo la más baja de España en la década de 1880.

Termino la charla. Los historiadores marxistas sostuvieron que el descenso del nivel de vida de la clase obrera durante la Revolución Industrial fue culpa del capitalismo. Por el contrario, los historiadores liberales afirmaron que el bienestar de los trabajadores aumentó gracias al capitalismo. Después de más de cien años de controversia, las investigaciones más recientes dan la razón a los pesimistas. Los salarios crecieron tan poco que el pequeño aumento del consumo de bienes y servicios no pudo compensar padecer más enfermedades, fallecer más joven y haber empeorado las condiciones laborales. También sabemos, sin embargo, que el descenso del nivel de vida de la clase obrera no fue culpa del capitalismo, sino de una determinada forma de capitalismo, el del “laissez faire-laissez passer”, el del Estado mínimo.

Gracias por la atención que me habéis prestado y espero no haberos aburrido."
Santiago Mercader
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Lun 1 Mar 2010 - 18:10
FDP: joooooder espero que el admin se lo lea y te lo valore, pero no creo que nadie se atreva a debatir nada xD
Rufino Colorado.
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Lun 1 Mar 2010 - 18:12
FDP Menudo tocho jajaja-
DDP Es verdad,hay muchos fallos en el Mercado.
Máximo Escudero
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Lun 1 Mar 2010 - 18:16
FDP: Jajajaja, que grande es el comentario de Colorado Razz
Roberto Martínez
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Lun 1 Mar 2010 - 19:19
FDP Cuando me lo lea, hablo pero huele a copy...
Santiago Mercader
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Lun 1 Mar 2010 - 19:27
FDP A mi me huele a trabajo para alguna materia que está haciendo.
Roberto Martínez
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Lun 1 Mar 2010 - 19:29
Santiago Mercader escribió:FDP A mi me huele a trabajo para alguna materia que está haciendo.
fdp: probablemente, xD, y en el primer párrafo queda patente que el resto es falso, ya que parte de una falsa premisa.
Máximo Escudero
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Lun 1 Mar 2010 - 19:46
Roberto Ruiz-Gallardon escribió:
Santiago Mercader escribió:FDP A mi me huele a trabajo para alguna materia que está haciendo.
fdp: probablemente, xD, y en el primer párrafo queda patente que el resto es falso, ya que parte de una falsa premisa.

FDP: Explícate.
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Lun 1 Mar 2010 - 19:47
FDP: Es que no toma en cuenta por ejemplo el tema de las migraciones, porque durante esa época muchos británicos de clase media y baja (sobre todo) migraron a los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades, por tanto es obvio que descendiera el número de habitantes.
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Lun 1 Mar 2010 - 19:50
FDP: Luego habla de crecimientos, en España durante la segunda mitad del siglo XIX hubo muchas guerras que sacudieron nuestro países, además de la pérdida de las colonias.
Máximo Escudero
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Lun 1 Mar 2010 - 19:52
FDP: El descenso del número de habitantes no es tomado como una cuestión desencadenante, si no el descenso en su altura (salubridad). Te puedo dar ejemplos de casos, como los de Vizcaya o Alcoy, en donde la población se mantuvo entre inmigraciones y emigraciones.

Efectivamente hubieron guerras, yo no trato el número de la población, si no, mido su nivel de IDH, su bienestar.
Roberto Martínez
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Lun 1 Mar 2010 - 19:57
Máximo Escudero escribió:FDP: El descenso del número de habitantes no es tomado como una cuestión desencadenante, si no el descenso en su altura (salubridad). Te puedo dar ejemplos de casos, como los de Vizcaya o Alcoy, en donde la población se mantuvo entre inmigraciones y emigraciones.

Efectivamente hubieron guerras, yo no trato el número de la población, si no, mido su nivel de IDH, su bienestar.
Ya, pero hablo sobre la gráfica de la población en UK, donde dices que descendió y fue principalmente por eso, porque emigró gran población a América.

Sabes perfectamente que si hay una guerra (y en el caso de España fueron "civiles") el IDH disminuye, ya que se destruye riqueza y por tanto bienestar.
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Lun 1 Mar 2010 - 20:01
FDP: De todas formas buen trabajo ¿para qué es?
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Lun 1 Mar 2010 - 20:04
Roberto Ruiz-Gallardon escribió:
Máximo Escudero escribió:FDP: El descenso del número de habitantes no es tomado como una cuestión desencadenante, si no el descenso en su altura (salubridad). Te puedo dar ejemplos de casos, como los de Vizcaya o Alcoy, en donde la población se mantuvo entre inmigraciones y emigraciones.

Efectivamente hubieron guerras, yo no trato el número de la población, si no, mido su nivel de IDH, su bienestar.
Ya, pero hablo sobre la gráfica de la población en UK, donde dices que descendió y fue principalmente por eso, porque emigró gran población a América.

Sabes perfectamente que si hay una guerra (y en el caso de España fueron "civiles") el IDH disminuye, ya que se destruye riqueza y por tanto bienestar.

Hablamos de 70 años, no de 10, en donde la repercusión de la guerra es perfectamente visible. Te puedo dar ejemplos de ciudades, repito, como Alcoy, en donde la "fuga" de milicianos fue escasísima, mínima me atrevo a decir y donde la carga nutricional repercutió gravemente en la altura y en consecuencia en su nivel de IDH. Creo que queda demostrado, además, transevrsalmente, que el nivel de vida bajó de manera estrepitosa, como digo, tengo un apartado de Cartagena, Vizcaya y Alcoi que no he publicado, que si lo deseas puedo publicar para reforzar mi tesis.

A tú segundo comentario, gracias Roberto, te lo agradezco, es un trabajo para História Económica Contemporánea.
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Lun 1 Mar 2010 - 20:10
FDP: Me lo he leído, tu esfuerzo merece de sobra una buena respuesta.
Hombre teniendo en cuenta que en los años 70 hubo la tercera guerra carlista. Pero ok, publicalo.
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Lun 1 Mar 2010 - 20:22
FDP: El faro de Samuelson, las externalidades de Pigou... joder que puto lío ¿eres neoclásico, keynesiano o marxista? xDDD
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Lun 1 Mar 2010 - 20:25
Cuanta razón, cuanta razón...

fdp>: coño ni fdez en sus mejores días!
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Lun 1 Mar 2010 - 21:17
Roberto Ruiz-Gallardon escribió:FDP: El faro de Samuelson, las externalidades de Pigou... joder que puto lío ¿eres neoclásico, keynesiano o marxista? xDDD

FDP:
Ahora hablar de neoclacicismo económico y neokeynesianismo es casi lo mismo, es decir, la escuela neokeynesiana está basada en ambas doctrinas. Si te digo la verdad no puedo decir con cuál de las doctrinas económicas me identifico, conozco los beneficios del marginalismo y de hecho me identifico con algunos de ellos, tal vez sea más proclive a la teoría keynesiana aunque no esté de acuerdo con ciertos temas como la Teoría del dinero...

En cuanto a Marx, lo considero un gran economista y de hecho la lectura marxista la consideraría la más extensa, personalmente critico todo egoismo, individualismo extremo, por lo que me contrapongo a el liberalismo más aférrimo, creo y de hecho está quedando demostrada la crisis cíclica del caputalismo que David Ricardo expuso, y que Marx posteriormente mejoró.

El liberalismo económico creo que decrece con la globalización de sentido, pues como el propio nombre indica, la globalización generaliza o universaliza las tendencias económicas siendo estas procapitalistas y destruyendo la competencia perfecta por la globalización de las grandes empresas multinacionales.
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Lun 1 Mar 2010 - 21:39
Máximo Escudero escribió:
Roberto Ruiz-Gallardon escribió:FDP: El faro de Samuelson, las externalidades de Pigou... joder que puto lío ¿eres neoclásico, keynesiano o marxista? xDDD

FDP:
Ahora hablar de neoclacicismo económico y neokeynesianismo es casi lo mismo, es decir, la escuela neokeynesiana está basada en ambas doctrinas. Si te digo la verdad no puedo decir con cuál de las doctrinas económicas me identifico, conozco los beneficios del marginalismo y de hecho me identifico con algunos de ellos, tal vez sea más proclive a la teoría keynesiana aunque no esté de acuerdo con ciertos temas como la Teoría del dinero...

En cuanto a Marx, lo considero un gran economista y de hecho la lectura marxista la consideraría la más extensa, personalmente critico todo egoismo, individualismo extremo, por lo que me contrapongo a el liberalismo más aférrimo, creo y de hecho está quedando demostrada la crisis cíclica del caputalismo que David Ricardo expuso, y que Marx posteriormente mejoró.

El liberalismo económico creo que decrece con la globalización de sentido, pues como el propio nombre indica, la globalización generaliza o universaliza las tendencias económicas siendo estas procapitalistas y destruyendo la competencia perfecta por la globalización de las grandes empresas multinacionales.

FDP: La competencia perfecta es un ideal no existe, y no sirve para nada si existiera. Pongamos a una empresa A que tiene un monopolio (poco posible en un sistema capitalista, no existe la total perfección, además todo monopolio tiene su raíz en la intervención estatal) y vende a unos precios a bien definidos que no puede bajar más pues los beneficios no cubren a los costes. Si aumenta el precio pierde el monopolio, pues le saldrá competencia, esa es la verdadera esencia de lo que denominamos competencia, no consiste en que haya un número determinado de competidores, sino que consiste en la rivalidad en ver quien lo hace mejor y quien oferta mejor un bien.

Bueno la verdad es que marxismo y keynesianismo es prácticamente lo mismo -puede parecer un disparate pero sus fines son similares-, solo que en uno hay capitalismo y en otro no.
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Lun 1 Mar 2010 - 21:49
Roberto Ruiz-Gallardon escribió:

FDP: La competencia perfecta es un ideal no existe, y no sirve para nada si existiera. Pongamos a una empresa A que tiene un monopolio (poco posible en un sistema capitalista, no existe la total perfección, además todo monopolio tiene su raíz en la intervención estatal) y vende a unos precios a bien definidos que no puede bajar más pues los beneficios no cubren a los costes. Si aumenta el precio pierde el monopolio, pues le saldrá competencia, esa es la verdadera esencia de lo que denominamos competencia, no consiste en que haya un número determinado de competidores, sino que consiste en la rivalidad en ver quien lo hace mejor y quien oferta mejor un bien.

Bueno la verdad es que marxismo y keynesianismo es prácticamente lo mismo -puede parecer un disparate pero sus fines son similares-, solo que en uno hay capitalismo y en otro no.

Si simplificas de esta manera puedo decir que soy un marxista reprimido o un keynesiano proclive al marxismo, es decir, el marxismo como meta utópica a través del keynesianismo.

Madre que lio! XD
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